Responsabilidad y Participación
Por Luis Spairani
Como una especie de auto análisis, existe en nuestra Sociedad —especialmente en los últimos tiempos— una fuerte corriente por ahondar el conocimiento sobre diversas cuestiones que hacen a la vida y propósitos de la S.T., y esto está sucediendo en prácticamente, todo el mundo teosófico.
Algunos de estos temas son de carácter doctrinario, pero los aspectos más notorios son los interrogantes que se originan sobre nuestra relación con la S.T.; por ejemplo: ¿Hemos visualizado la seriedad del compromiso que significa ingresar a la S.T.? ¿Hemos entendido lo señalado por los fundadores (los MAESTROS de SABIDURÍA y sus mensajeros H.P.B. y H.S.O.)? ¿Qué hicimos y hacemos por la S.T. a partir de nuestro ingreso? ¿Cuáles son nuestras realizaciones para mantener insertado en el mundo y la cultura a la TEOSOFÍA y, naturalmente, a su vehículo la S.T.?
Se hace necesario una honda reflexión para así, quizás, entender los hechos que preocupan de distinto modo a casi todos los M.S.T. Algunas personas opinan que somos “contempladores estoicos, egoístas, impasibles”; otros nos señalan como “incapaces para la acción”; otros dicen que pensamos solo en nosotros mismos y en que las “fuertes palpitaciones de la desesperación y otros males de la humanidad pasarán…”. Por otra parte se conjetura que poseemos buena información, pero una superficial capacidad intelectual, es decir, cierta ineptitud, poca disposición para estudiar; de ser simples soñadores, etc. En consecuencia, se trata de preguntarnos, ¿qué hay de cierto en todo esto? Pareciera que no sabemos orientarnos pese a la carta de navegación que poseemos, representada por nuestra Doctrina; fuente inagotable de enriquecimiento espiritual para hacernos cada vez más libres, constructivos y eficaces.
La evolución es desenvolvimiento físico, emocional, intelectual pero, profundamente ético frente a todos los problemas de la vida. Sin esa penetrante transformación, vital, y decisiva, capaz de levantar las más genuinas vibraciones en todos los planos de la vida, los cambios en un individuo y su consecuencia la sociedad, no trascenderían su propia imagen.
¡Realidades, no ilusiones! son necesarias para estructural una sana existencia. “Si entre las palabras y los hechos hay una distancia, entre una actitud real y una ficción existe un abismo”. Ser mejor de lo que se es, ha sido la aspiración humana por excelencia pero especialmente, lo es en un M.S.T. realmente comprometido con los ideales.
La existencia es esencialmente la vida manifestada del espíritu, cuya profunda característica no es solamente percibir los problemas y las encrucijadas de una persona o Sociedad, sino solucionarlas a fondo e inspirar su solución en la Verdad. Esto comienza a ser observable con el advenimiento de modos espirituales de vivir; estados más iluminados de nuestra conciencia, más autoadvertidos, de mayor universalidad. Porque en una sociedad o individuo que verdaderamente aspira a espiritualizar su vida “no pueden existir brechas insalvables entre lo que dice y realiza”, “entre la ética permanente y la práctica cotidiana”. Reiterando, la evolución es para la doctrina esotérica un desenvolvimiento de esencia ÉTICA-MORAL. “Somos esclavos de la LEY (Deber)” dice el Maestro de Sabiduría. El hecho es que vivimos en medio de alternados cambios y algunos se remontan a décadas atrás en el tiempo, que los hechos y circunstancias fueron transformando pero, que es imposible negar.
En verdad, se hace necesario e imprescindible tomar conciencia pues, existe un nuevo contexto que favorece la profundización de las ideas y, consecuentemente, la aparición de mejores modos de desplegar nuestra actividad. No es cuestión de imponer que todo cambio es bueno. Tampoco de negar el pasado. Se trata de poder visualizar lo que podemos hacer de ahora en adelante.
Nuestra Sociedad depende de “ideas verdaderas” y conductas acordes con sus postulados. Esto significa decir que no cabe la indiferencia en quienes tienen la responsabilidad de SER, de PARECER, lo que predican.
Sin distinciones, ni prejuicios, dirigentes y dirigidos es preciso que nos interroguemos sobre todo esto. El primer examen de una entidad como la nuestra se mide en la excelencia de sus miembros; el segundo se evalúa en la capacidad del conjunto; en su posibilidad de llegar con el “conocimiento” al prójimo. ¿Cuál es, entonces, el deber que la TEOSOFÍA requiere de todo estudiante de la SABIDURÍA ANTIGUA? Por otra parte nuestra Sociedad ha de ser grande no sólo por virtudes, por sus cualidades morales, por la Verdad de sus doctrinas, sino también por sus posibilidades materiales. Entonces surgen otras preguntas. ¿Cuál es el objetivo primordial a seguir? ¿Estudiar, realizar, difundir? ¿Cuánto tiempo dedicamos a todo esto? Aún más, ¿está incluida la contribución financiera en nuestros esfuerzos? Si no, ¿cómo podremos materializar, hacer viable, concretos, objetivos, todos los ideales y propósitos que de hecho pretendemos expresar los M.S.T.? Continuamente escuchamos —en incontables reuniones— sobre actitudes que deberían ser hábitos en nuestras vidas, como dedicación, servicio, sacrificio, entrega, etc. ¿No estaremos prostituyendo estos conceptos? La palabra de un M.S.T. se supone tiene algo de sagrado y faltar a ella es algo más que perjurio.
Se supone que en la S.T. trabajamos para sostener la realización de una gran aspiración —innata en la naturaleza humana— la adquisición de la SABIDURÍA y con ella la LIBERACIÓN, también la practica de la FRATERNIDAD para que sea reconocida por los hombres como una realidad de la vida.
De hecho existen fuerzas —dentro y fuera de nosotros— que siempre intentan neutralizar nuestros esfuerzos, pero somos una corriente “que puede ser torrente”. A estas corrientes no las detiene nadie, nacen y las impele el sentimiento, la razón pero, especialmente, el anhelo espiritual, la Vida que lucha por manifestar SU DIVINIDAD.
Las anteriores reflexiones esperamos persuadan a todo M.S.T. que piense y tenga el firme anhelo de alcanzar el virtuosismo espiritual. No sólo con el deseo o la especulación intelectual se logran resultados transcendentales sino también con la realización de acciones nobles, puras y altruistas.
El sentimiento de UNIDAD que poseemos en el centro de nuestro ser, el que debemos objetivar, nos librará de todas las disensiones que debilitarían nuestras energías, las que sólo deben estar puestas al servicio de la CAUSA, esto es, destronar a la ignorancia de nuestras vidas y las de nuestros semejantes.
Nota:
El autor de este artículo es Miembro de la Sociedad Teosófica (M.S.T.) por lo que se refiere a ellos y a la Sociedad a lo largo de todo el escrito, sin embargo desde este Centro consideramos que el mensaje puede ser entendido, sin perder su enorme valor, como aplicado al Movimiento Teosófico en general y a los estudiantes de Teosofía comprometidos sin importar a que institución pertenezcan o si no pertenecen a ninguna. (Nota del Centro de Estudios de la Teosofía Original en Argentina)