Descubriendo la Esencia del Conocimiento

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Por Luis Spairani

 

El tema que nos ocupa se ha discutido tanto en Oriente y en Occidente que podría decirse que ya se encuentra agotado. No obstante, nuestras actuales formas de pensar al respecto han cambiado, pues, poseen una base diferente que las postuladas hasta hace muy poco tiempo y es muy probable que muy pronto cambien también las que hoy se sostienen. La Mente actual tiene un tono muy característico y es que ES más científica que METAFÍSICA.

Esto es bien apreciable en nuestra época bien llamada “EMPÍRICA”. Pruebas de ello da la CIENCIA con sus múltiples descubrimientos y postulaciones, que se mantienen coherentemente unidos permitiendo construcción de sistemas deductivos que a la vez dan pautas para futuras apreciaciones en la investigación.

No obstante, estos delineamientos aparentemente indestructibles, surgen en la MENTE del hombre inquieto e investigador constantes interrogantes sobre la “REALIDAD” de tantos hechos que se dieron y aún se dan como REALES, y que muy probablemente dejarán de ser tales. Hasta hace muy poco tiempo teníamos conceptos equivocados sobre multitud de hechos como, por ejemplo, lo ha sido el movimiento de los astros alrededor del Sol (ej. Copérnico).

En tiempos recientes se descubrió y aceptó que la REALIDAD es exactamente contraria a la APARIENCIA. Otro ejemplo es la indivisibilidad del átomo.

Un caso relacionado con la MATERIA pero que toca muy íntimamente a las percepciones de nuestra conciencia normal es el de la “APARENTE SOLIDEZ” de tantos objetos. Las investigaciones científicas, tanto sobre las diminutas partículas que componen todas las cosas hasta las más infinitas regiones, han establecido que existe un VACÍO DE MATERIA. Por otra parte, la CIENCIA nos dice que: la SUSTANCIALIDAD de todos los objetos que vemos o tocamos es meramente una impresión de nuestra conciencia. El mundo familiar a nuestros modos de conocer es sólo una interpretación de las cosas por los sentidos que poseemos. ¿Quién puede afirmar lo que esas cosas son en realidad? Lógico es suponer que esas cosas nos impresionarán directamente en el futuro dado nuestro probable desarrollo psicológico.

La CIENCIA ha hecho muchas revelaciones en el último Siglo, lo cual nos señala que existe un velo o, quizás, múltiples velos creados por las limitaciones de nuestra conciencia y percepciones. ¿Qué puede haber más contradictorio del mundo material, tal como nos lo presentan nuestros sentidos, que las energías y sistemas de energías en que la Ciencia lo ha convertido? Si a esto queda reducido al mundo de la MATERIA ¿qué decir de la naturaleza de nuestra conciencia? Es evidente que la MENTE con el desarrollo que ha alcanzado hasta ahora, el ser humano no es capaz de traspasar el velo de sombras constituido por los fenómenos que observamos y estudiamos. Sólo podemos especular acerca de la naturaleza de cualquier realidad que trascienda la esfera de nuestro conocimiento y en relación con las apariencias producidas dentro de esa esfera.

El estudio del FENÓMENO DEL CONOCIMIENTO y los problemas contenidos en él, ha producido profundas investigaciones y promovido arduos debates entre diferentes escuelas filosóficas. Fácil es imaginar la diversidad de postulaciones existentes.

Analizando más detenidamente todo esto ¿qué es lo que sucede en el acto de observar? Empecemos por decir que, cuando la conciencia COGNITIVA se dirige inquiriendo al MACROCOSMOS tenemos la filosofía o el aspecto filosófico del SER, en el sentido de obtener una CONCEPCIÓN DEL UNIVERSO. Por el contrario, cuando las interrogaciones están dirigidas al MICROCOSMOS (el mundo interior), el aspecto filosófico del SER está dirigido en una concepción del Yo.

Entre las actividades superiores del Intelecto Humano en el intento por obtener una aproximación al “conocimiento verdadero” se suelen señalar algunas ideas, o vías de acceso, tales como el SABER CIENTÍFICO, el ARTE, la RELIGIÓN o la MORAL. Mientras la concepción filosófica brota del conocimiento racional (la lógica, sentido común, etc.), el origen de la concepción religiosa está basada en la FE religiosa (confianza). El principio que define su contenido es la VIVENCIA de los valores religiosos, LA EXPERIENCIA DE DIOS.

Mientras la concepción filosófica pretende tener validez universal y ser susceptible de una demostración RACIONAL posible de realizar a través de la ciencia, la aceptación de la concepción religiosa depende de factores subjetivos. El acercamiento a ella no está en el conocimiento universalmente válido sino en la experiencia personal, lo que denota la existencia de notables diferencias.

Lo mismo sucede con el ARTE. Al igual que el hombre religioso, el artista tiene una comprensión e interpretación del Universo que no procede del PENSAMIENTO PURO ¿Dónde se encuentra, entonces, el origen de las experiencias y vivencias religiosas y artísticas?

El artista, el poeta, no crean su obra con el Intelecto sino que la expresan formándola de las fuerzas interiores o espirituales. Estos aspectos filosóficos tienen dos facetas al igual que una moneda. Una mira a la religión y al arte y la otra a la Ciencia. Al mismo tiempo tienen en común la dirección apuntada hacia el descubrimiento de la VERDAD. Todo esto no hace más que señalar y decir que no sólo somos diferentes en aspecto sino que interpretamos diferentemente los objetos de conocimiento. Existe una honda afinidad entre estas esferas de la Cultura pues, todas ellas entrelazadas por un vínculo común quieren dar –en el fondo con la REALIDAD.

La mecánica que se sigue en el fenómeno del conocimiento en sus lineamientos fundamentales halla frente a frente a la conciencia perceptiva y al objeto de conocimiento (en filosofía, el sujeto y el objeto). El conocimiento consiste en forjar una imagen del objeto y la verdad reside en la concordancia de esta imagen con el objeto. Si esto fuera realmente así cabría pensar que la función del conocer queda cumplida con la descripción del fenómeno, como lo es para el Dogmatismo (doctrina fijada), posición para la cual no existe el problema del conocimiento.

Así, el dogmatismo acepta la experiencia primaria, la que se está viviendo, y no da lugar a futuras transformaciones. Esta posición se sustenta en una confianza total en la razón humana no debilitada por ninguna duda. El dogmatismo no ve que el conocimiento es, por esencia, una relación entre un sujeto y un objeto, y cree que los objetos de conocimiento nos son dados y que no son obra de la función intermediaria del conocer. Por tanto, no ve que esta relación no es solamente la observación del objeto sino la comprensión de su significado. En este sentido cada uno tiene su propia apreciación al respecto. No obstante, suele suceder que ante determinadas experiencias, las más de las veces dolorosas, el dogmatismo se convierte en su aspecto contrario, esto es, adopta la actitud del escepticismo. Incredulidad, duda, examen, cavilación, seguir esta escuela del escepticismo académico hace imposible un saber riguroso. Nunca se tiene la certeza de que nuestros juicios concuerden con la realidad. Nunca podemos decir (según el escepticismo) que esta o aquella proposición es verdadera pero sí afirmar que parece ser verdadera que es probable. No hay por tanto certeza rigurosa sino sólo probabilidad.

Así también el subjetivismo, el relativismo y el pragmatismo son en el fondo escepticismo. La antítesis de todo esto es el dogmatismo.

Para el Relativismo no hay ninguna verdad absoluta, ninguna verdad universalmente válida, toda verdad es relativa, teniendo sólo una validez limitada. Subrayando la dependencia de todo conocimiento humano respecto a factores externos, considera la influencia del medio, el tiempo, el pertenecer a determinado círculo social, cultural y los factores determinantes en ellos; juega, por tanto, un papel importante la educación, tradición, etc.

El subjetivismo limita la validez de la verdad al sujeto que conoce y juzga haciendo depender el conocimiento humano de factores que residen en el individuo cognoscente. Además, existe una tercera posición que resolvería la antítesis en una síntesis. Esta posición se llama criticismo. El que está convencido de que es factible el conocimiento, que existe una verdad posible de ser aprehendida y comparte con el dogmatismo, la fundamental confianza en la razón humana. Mientras esta confianza en el dogmatismo está referida a aceptar despreocupadamente, todas las afirmaciones de la razón humana y a no reconocer límites al poder del conocimiento humano, el criticismo por el contrario examina todas las afirmaciones de la razón humana y no acepta nada despreocupadamente. Siempre pregunta por los motivos y pide cuentas a la razón. Su conducta no es dogmática ni escéptica, sino reflexiva y crítica. Es un término medio entre la temeridad dogmática y la desesperación escéptica. En este sentido dice Kant: “el dogmatismo tiene una confianza ciega en el poder de la razón humana. El criticismo es la desconfianza hacia la razón adoptada sin previa crítica. El criticismo supera ambos exclusivismos y lo define así: el criticismo es el método de filosofar que consiste en investigar las fuentes de las propias afirmaciones y objeciones y las razones en que las mismas descansan, método queda la esperanza de llegar a la certeza.

 Hechas estas consideraciones también es dable distinguir un conocimiento subjetivo llamado espiritual y un conocimiento sensible o emocional. La fuente del primero, la razón; la del segundo, la experiencia. Sin embargo, en el conocimiento subjetivo entra el conocimiento místico. En todo esto podemos suponer que: la función del sujeto (yo) consiste en aprehender el objeto (no yo); la del objeto la de ser aprehensible y aprehendido por el yo (sujeto). Vista desde el sol, como sujeto físico de la divinidad, esta aprehensión se presenta como una salida del sujeto fuera de su propia esfera, invadiendo la del objeto, intentando capturar las propiedades de este. Naturalmente en el sujeto se produce un cambio por obra de la función del conocimiento. Desde el objeto, el conocimiento se presenta como una transferencia de sus propiedades (al yo) siendo a la vez factor determinante del hecho de conocer. Se supone que el Sol (sujeto) se conduce receptivamente frente al no yo (objeto).

El verdadero problema del conocimiento consiste, por tanto, en el problema de la relación entre sujeto y objeto. Se ha observado que el conocimiento representa a la conciencia natural como una determinación del sujeto por el objeto. Pero, ¿es justa esta concepción? ¿No deberíamos hablar a la inversa de una determinación del objeto por el sujeto en el conocimiento? ¿Cuál es el factor determinante en el conocimiento humano? ¿Tiene esto un centro de gravedad en el sujeto o en el objeto? ¿La transferencia se realiza en forma pura, con todos sus contenidos y significados? ¿No agregamos nada? ¿Nuestra observación se produce en forma profunda y equilibrada, desapegada y libre? Esto significa decir que muchas veces tenemos una apreciación de conocimiento errado, falso, ilusorio. Además, deja aclarado que el concepto de la verdad que obtenemos de la consideración fenomenológica del conocimiento es el concepto de la conciencia ingenua, infantil. Es decir, una conciencia carente de sentido crítico pues se entiende por verdad, desde un punto de vista filosófico la concordancia del pensamiento con el objeto. Todo esto no hace más que demostrar y señalar que no sólo somos diferentes en aspecto sino que también lo somos evolutivamente, por lo que nuestras interpretaciones de los objetos de conocimiento difieren sustancialmente (evolución, raza, crecimiento).

Los hechos demuestran que no basta con tener una relación de conocimiento, necesitamos poder alcanzar la certeza de que lo que conocemos es verdadero. Una cosa es el fenómeno de conocer, otra es el de conocer verdaderamente. Una cosa es describir el fenómeno, otra es dar una interpretación, y otra es conocer siendo la cosa. Para la Teosofía, conocer, significa aprehender espiritualmente un objeto.

Por lo regular esta aprehensión no es un acto simple sino que consta de una pluralidad de actos. La conciencia cognoscente necesita dar vueltas en torno a un objeto para aprehenderlo. Pone su objeto en relación con otros, saca conclusiones, etc. La conciencia cognoscente se sirve de las más diversas operaciones intelectuales. Se trata siempre de un conocimiento mediato, discursivo. Esta última expresión es singularmente exacta, porque la conciencia cognoscente se mueve de aquí para allá. Ahora, es lógico preguntar si hay un conocimiento inmediato además del mediato, un conocimiento intuitivo además del intelectivo.

Otro problema que es necesario tener en cuenta son las consideraciones acerca de la estructura cognoscente del sujeto, pues esta es muy compleja.

Para la hipótesis Teosófica, el sujeto y el objeto son evidentemente los dos extremos de una relación de la conciencia, la que se identifica con el sujeto pero que se da cuenta del objeto y lo exterioriza. El sujeto es el conocedor, y la mente con la que acopiamos y usamos el material de lo que llamamos conocimiento ha sido considerada siempre como un instrumento y, por tanto, un aspecto del conocedor y no el conocedor mismo.

La mente es en realidad un intérprete, una conocedora al interpretar y presentar las cosas, que puede en su ignorancia impedir el conocimiento del verdadera índole y valor de las cosas, así como puede, cuando está iluminada, hacer resaltar y expresar esos valores.

La mente no hace otra cosa que reflejar, desde su ángulo, una parte de la realidad del universo y uno mismo. Para la Teosofía el hombre es un Ser espiritual y sensible, por lo tanto, existe en él una conciencia espiritual que a diferencia de la mente puede percibir por un proceso de identificación e integración en el que no existe la separación, la dualidad con que la mente puede conocer, pues esta sólo lo hace por comparación.

La fuente o centro del Ser está radicado en la universalidad, posible de expresar como razón pura, y en arquetípicas ideas, conocimiento verdadero.

La otra fuente es la experiencia empírica psicológica de la que hemos estado hablando. La Teosofía menciona que este orden de más elevada percepción se halla latente en nosotros y su desarrollo puede realizarse mediante métodos adicionales por ejemplo el Yoga.

La facultad se llama BUDHI = INTUICIÓN. El conocimiento intuitivo consiste como lo dice su nombre en conocer viendo, siendo su particular índole en que el Ser aprehende instantáneamente el objeto, como ocurre sobre todo con la visión pero más integral.

BUDHI es la facultad que está despierta en la Verdad. Puede traducirse en conciencia de la Verdad, por sorprendente que parezca esta posibilidad. En el hombre existe la potencialidad de una conciencia que, sin faltar, da en la verdad, que no puede percibir más que la Verdad. Esa conciencia es libre pero en su libertad no se desvía de la Verdad. No es aprender intelectual no es aprender emocional sino que suma ambos, experiencias pasadas, recuerdos, etc.

Al poner en vigencia esta forma de concebir el conocimiento en el centro del ser, no existe la separatividad si no la unidad subyacente en todo lo manifestado y, en este proceso que la ciencia de la Teosofía llama evolución, la Verdad pugna por realizarse.

Si el ser más íntimo de cualquier cosa es una parte del ser universal, el conocimiento de esta última o de la unidad, debe traer consigo el conocimiento de la multiplicidad, o sea todas las particularidades y la relación entre lo universal y las partes. Es decir, una SÍNTESIS.

Una síntesis es una unidad y la unidad inviste a las partes con un significado que no estaba presente en ellas. Es la experiencia de las cosas como son, de uno mismo y los demás. En realidad, esta última distinción no existe puesto que el ser más íntimo de uno mismo y el de los demás es una sola y misma cosa.

Esta conciencia budhica no es una manera de pensar o de sentir, sino un poder de ponerse en contacto con una miríada de fulgentes rayos de existencia visible e invisible. Budhi no es conjetura, ni corazonada, ni pensamiento, es el lenguaje de la verdad. Toda falsedad ha quedado eliminada de la naturaleza del hombre que es capaz de ejercitar la intuición permanentemente. No hay ilusión ni engaño posibles para el hombre que percibe.

Las cosas se unifican para producir potencias creadoras, libre armonía y esplendente belleza, la vida misma que es omnipresente y si es omnipresente entonces está en todas partes y en todo momento. Siendo así, está en cada uno de nosotros y justamente de cada uno depende sentir o no esta realidad.