El Significado de una Promesa

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[Publicado en la revista Lucifer Vol. III, Septiembre de 1888, pág. 63-67. Título original: The Meaning of a Pledge. Si bien el artículo está firmado como “uno que se ha comprometido”, hoy en día es de público conocimiento que el autor fue el Sr. Archibald Keightley. La traducción fue realizada por el Centro de Estudios de la Teosofía Original en junio del 2019.]

 

[Pequeña nota histórica: La Promesa a la que se hace mención en este artículo es la que hacían los miembros que entraban a la Logia Blavatsky de la S.T. en Londres, la misma se había formado en mayo de 1887 tras la llegada de H.P.B. a esta ciudad, en la cual se había establecido con un propósito muy definido. Para esa época H.P.B. había comenzado lo que con el tiempo se transformaría en un nuevo Movimiento. Siguiendo las directrices de su Maestro, y a pesar de las dificultades que le generaba su salud y con un enorme esfuerzo, se preocupó por dejar en el mundo un núcleo de verdaderos trabajadores teosóficos, o por lo menos dejar una importante cantidad material que especificara las líneas sobre las que debía moverse todo aquel que pretendiera ser un serio trabajador en el futuro. Luego de que H.P.B. dejara Adyar en 1885, la Sociedad Teosófica tomó su propio rumbo, transformándose, con el tiempo en una parte más dentro del Movimiento Teosófico Mundial. Si bien hoy en día es la que más expandida está a nivel mundial, también es probablemente la más criticada por las otras organizaciones que componen el Movimiento. H. P. Blavatsky siempre aclaró que ella no estaba atada a ninguna institución humana, y que su relación con la Sociedad dependía de que esta siguiera el propósito fundamental para el cual había sido establecida. La Logia Blavatsky fue posiblemente el primer paso para dejarle en claro a los estudiantes que si bien la S.T. no requería ningún esfuerzo para ser miembro, la Teosofía si lo requería y lo requiere, y que sólo de esta forma podía hacerse práctica para generar un cambio en el ser humano y en la misma humanidad. Esta Promesa es la que pocos meses después se utilizó como base para la Promesa hecha por los miembros de la Sección Esotérica, la cual tanto H.P.B. como H. S. Olcott se preocuparon en aclarar que no tenía ninguna relación con la S.T. Todo el trabajo que realizó H. P. Blavatsky en esos últimos años es en el que más debe centrarse todo estudiante que pretende hacer de la Teosofía una disciplina práctica y no meramente un estudio intelectual.

El Centro]

 

Creemos que es conveniente que los miembros de cierta Logia Oculta de la S.T. tengan, tan claro como sea posible, el significado de la Promesa que están prontos a hacer. O por lo menos, que aquellos que han firmado previamente esta Promesa deberían dejar un testimonio, para aquellos que están a punto de hacerlo, de todo lo que entienden que significa esta Promesa y de lo que implica su firma.

La Promesa dice así:

1. Me Comprometo a esforzarme por hacer a la Teosofía un agente vivo en mi vida.

2. Me Comprometo a apoyar, ante el mundo, al Movimiento Teosófico, a sus líderes y a los que lo integran.

3. Me Comprometo a no escuchar jamás, sin protestar, cualquier malignidad que sea dicha de un Hermano Teósofo y a abstenerme de condenar a los demás.

4. Me Comprometo a mantener una lucha constante contra mi naturaleza inferior y ser caritativo con las debilidades ajenas.

5. Me Comprometo a hacer todo lo que esté a mi alcance, a través del estudio o de otros medios, para poder ayudar y enseñar a otros.

6. Me Comprometo a dar todo el apoyo que pueda al Movimiento en tiempo, dinero y trabajo.

Por esto, Ayúdame, Mi Ser Superior.

De inmediato queda a la vista que esta no es una Promesa usual como la que es dada tan ligeramente por los miembros de la Sociedad Teosófica; sino que es un compromiso específico por hacer y por esforzarse en realizar ciertas cosas. También que la misma se da bajo una invocación:

“Por esto, ayúdame, mi Ser Superior”

Recientemente el término “Ser Superior” se ha comenzado a usar de manera frecuente, por lo menos en lo que concierne a la Sociedad Teosófica. Para quienes han estudiado el significado de las palabras, de inmediato es evidente que “hacer un voto” del modo cristiano habitual, es algo mucho menos serio que una Promesa en presencia del “Ser Superior”.

El “Ser Superior”, por otra parte, no es una especie de esencia sublimada de un ser humano en particular; una clase de “personalidad” espiritualizada. Este es universal y sin segundo y, en este sentido, la expresión “mi Ser Superior” parece fuera de lugar. Sin embargo, por más tenue que sea, todo ser humano es una manifestación del Ser Superior y es debido a la conexión de Jīva, la Mónada, con el “Ser Superior” sin segundo, que podemos utilizar esta expresión. Entonces, ¿cuál es el significa de la invocación?

El ser humano que hace la Promesa en el espíritu correcto, Lo convoca [al Ser Superior], e invoca toda ayuda y bendición de Este en su asistencia. Mediante un deseo intenso de estar bajo Su protección (aunque Este sea per se latente y pasivo), se coloca a sí mismo bajo la protección de los poderes activos y benéficos que son los rayos directos del Ser Superior Absoluto y Sin Segundo.

Sin embargo, si un hombre hace esta Promesa y traiciona a su Ser Superior, arriesga exponerse a todo mal y lo atrae sobre él. Entonces, de este modo, quien permanece leal a la Promesa no tiene nada que temer; pero quien no tiene ninguna confianza en sí mismo de mantener la Promesa, una vez hecha, le convendría dejarla y, aún más, dejar al Ocultismo en paz.

Romper esta Promesa no puede, en todo caso, implicar una penalidad para el “Ser Superior”, sino que puede afectar al ser humano en particular. El “Ser Superior” es inmortal, sin embargo la Mónada existe como un individuo separado sólo durante los Manvantaras y, alrededor de esta, se forman varias personalidades. Esta encarna en cada nuevo nacimiento y no sólo puede ser, sino que es castigada, si una Promesa como tal es rota. Una vez que se ha adelantado lo suficiente como para reconocer la luz gloriosa del Ser Superior y desear vivir en ella, el romper la Promesa tiende hacia una condición que impedirá no sólo la posibilidad de que esa luz beneficie a la Mónada, sino incluso que la alcance.

Así, todos los seres humanos se encuentran ante la presencia de dos fuerzas en la naturaleza. Una de ellas es activa y benéfica, cuya ayuda y asistencia es directamente invocada por medio de la Promesa; la otra es activa, pero maléfica, lo que está representado por seres que tienen un marcado interés en impedir la operación de la Promesa y en entorpecer el trabajo de la Sociedad Teosófica. Podemos ver esto con más claridad cuando sabemos que nos Comprometemos a ser activos y no simplemente a tratar de serlo.

Además, existen poderes en la Tierra y en la carne, así como en la luz astral, que desean impedir y dificultar que la Promesa surja efecto. Algunos de estos actúan conscientemente de esta forma y otros son llevados a tal acción intencional, pero sin ningún conocimiento de la razón o el poder que los condujo a ello.

Debemos esforzarnos por “hacer a la Teosofía un agente vivo en nuestras vidas”. Antes de que podamos esforzarnos por hacer esto, mucho menos de hacerlo de forma eficaz, primero debemos entender qué es la Teosofía y realmente definir, para nosotros, lo que entendemos individualmente por Teosofía. Ahora bien, es exactamente esta definición, la falta de ella y nuestra ignorancia general, lo que hasta ahora nos ha impedido llevar a cabo este esfuerzo. No es necesario decir nada de la Sociedad Teosófica y el beneficio que le podría traer si siquiera una pequeña parte de sus miembros hiciese realmente a la Teosofía el factor viviente de sus vidas. Muy pocos lo hacen y es extremadamente cierto que un miembro de la Sociedad Teosófica no es, necesariamente, un Teósofo. Sin embargo, aquellos que hacen esta Promesa no están satisfechos con permanecer como miembros nominales de la Sociedad, sino que aspiran verdaderamente a ser Teósofos. Y es por esto que es tan necesario que todos aprendan lo que es un Teósofo y lo que todo ser humano debe hacer para convertir a la Teosofía en un agente vivo de su vida.

Como una definición de lo que no es, no hay nada que pueda ser mejor que la que se encuentra en Lucifer Nº 3:

“Aquél que no practica el altruismo; que no está preparado para compartir su último bocado con un ser más débil y pobre que él; aquél que descuida ayudar a su hermano de cualquier raza, nación o credo, cuando sea y donde sea que conozca el sufrimiento, y que hace oído sordo al grito de la miseria humana; aquél que oye calumniar a una persona inocente, ya sea un hermano Teósofo o no, y no emprende su defensa, así como se defendería a sí mismo: no es un Teósofo.”1

Pero esta definición también contiene el lado positivo. No basta, meramente, con abstenernos de hacer lo que se condena en esta definición. El lado negativo de por sí solo es inútil a quienes dan la Promesa; y no simplemente inútil, ya que implica, prácticamente, romper la Promesa. La Promesa no sólo exige que quien la hace debe abstenerse de hacer el mal, sino, más aun, que él debe positivamente trabajar de forma altruista y defender a cualquier ser inocente como lo haría consigo mismo.

Muchos seres humanos son tan insípidos que no atentan contra las cláusulas negativas de la Promesa y su definición; mas pocos son aquellos suficientemente positivos en su carácter como para, no sólo no atentar contra estas cláusulas, sino también para trabajar en la dirección opuesta. Debido a que lo más importante no consiste en “yo no haré”, sino en “yo haré”. Así, se necesita algo de fuerza para la impersonalidad. Esta impersonalidad es de dos clases, negativa y positiva. Para la negativa, la fuerza es necesaria para luchar contra los poderes hereditarios y de la educación, y para evitar obedecer a los instintos y los hábitos adquiridos de esta y de otras encarnaciones. Sin embargo, se necesita una fuerza mayor para cruzar el punto cero y crear nuevos instintos y hábitos, en el medio de condiciones de la vida y hábitos del pensamiento que son violentamente contrarios con la nueva creación. Y al parecer se requiere fuerza para que sea posible conquistar las tendencias de un demonio y desarrollarlas en divinidad. Si consideramos la Promesa en general, pareciera ser un instrumento admirable, en vista de la definición citada anteriormente, a fin de descubrir y atacar a cada uno en sus puntos débiles. Como hombres y mujeres, la Promesa nos obliga a abstenernos de actuar y pensar, en nuestro diario vivir, como nuestra educación nos ha obligado a hacerlo hasta ahora. Si no nos refrenamos de este modo, no haremos de la Teosofía un factor viviente en nuestras vidas. Y aún más, mientras estamos comprometidos en esta difícil tarea, surge el lado positivo y se nos dice que debemos hacer otras cosas igualmente difíciles, de otro modo no somos Teósofos.

La Segunda cláusula de la Promesa probará ser una piedra con la cual se tropezarán numerosos miembros tibios de la Sociedad Teosófica. Muchos pueden estar en completo acuerdo con los objetivos de la Sociedad Teosófica, tanto como los entienden, pero también están completamente en desacuerdo con los guías de la Sociedad y su método de trabajo. Puede que no sólo estén en desacuerdo, sino también que sean hostiles, ya sea de forma pública o a escondidas, a estos guías y a muchos de los miembros. No tiene ningún sentido ocultarnos a nosotros mismos el hecho de que esto ha sido así y que, desafortunadamente, puede volver a serlo. Trabajamos para la “Hermandad Universal” y estamos enemistados con nuestro vecino más cercano. De este modo, nos comprometemos a poner un alto a esto y a extirpar esta tendencia de nuestra naturaleza. Por eso la Segunda Cláusula hace referencia especial a ciertas personas que trascienden las circunstancias generales.

La pregunta que surge naturalmente es: “¿De qué sirve una Sociedad Teosófica con tales objetivos, cuando está compuesta por grupos tan diversos?”. Y así mismo: “¿Tiene la Sociedad [Teosófica] alguna coherencia o propósito que la convertirá en una fuerza dentro de la sociedad [humana] a la cual pertenece?” Para lo cual existe una analogía: la Sociedad es una individualidad entre las sociedades, justo como los hombres y las mujeres son individualidades. Y aquí podemos establecer enfáticamente que el poder y la fuerza de un cuerpo dado no equivale a la fuerza de sus componentes unidos, sino que el cuerpo tiene individualmente una fuerza y un poder propios independientemente de estos. No hay más que observar a las “aleaciones” en la química para ver que esto es cierto. De este modo, si consideramos a la Sociedad, no parece que alguna de sus fuerzas sea el resultado de la unión del propósito y la acción de sus miembros individuales. No obstante tiene un gran propósito, y cierto número de individuos devotos ha sacrificado todo lo que estaba en su poder por este propósito. Los fundadores y líderes de la Sociedad son un notable ejemplo de esto. El resultado es que la Sociedad continua existiendo exotéricamente. Pero que la Sociedad continúe existiendo no sólo se debe al esfuerzo de estos pocos individuos, sino a la influencia subyacente de aquellos bajo cuya dirección la Sociedad fue fundada por sus líderes actuales, por atento cuidado de estos Maestros de Sabiduría luego de su fundación.

Tal como está constituida la Sociedad actualmente, la Cláusula tres se presta en gran medida, para muchos, a un razonamiento casuístico. Se ha dicho, y al parecer dicho correctamente, que un verdadero Teósofo puede condenar un acto, pero no al actor. Sin embargo se encontrará que esta es una distinción que es muy sutil y difícil de hacer en la vida. También en Luz en el Sendero2 se advierte al aspirante contra el engreimiento de este tipo, “dado que la prenda sucia que evitas tocar puede haber sido tuya ayer, o puede ser tuya mañana”. De este modo, aquellos que han hecho esta Promesa (dado que en la vida el acto y el actor se encuentran conectados indisolublemente) están a punto de encontrar una dificultad muy sutil, a menos que hayan alcanzado el poder de observar y leer en un plano que, por el momento, se encuentra fuera del alcance de la mayoría de la humanidad. Sin embargo, aún si este poder es inaccesible en el presente, de todos modos lo correcto para todos aquellos que aspiran a ser Teósofos es intentarlo. Al menos, podemos sujetar nuestros labios físicos y esforzarnos por hacer lo mismo con nuestra mente, y así abstenernos de “condenar a otros”. Pues la silenciosa condena de la mente parecería ser más “cruel” que la palabra física, ya que, por lo menos en el “juez”, es una forma de cobardía moral. Y he aquí donde radica la casuística, pues, si no tenemos en cuenta la definición que se encuentra en el Nº 3 de Lucifer, queda abierta la posibilidad de que aquellos que han dado la Promesa consideren que sus hermanos humanos no son “Hermanos Teosóficos”, y que, por lo tanto, es legítimo juzgar y condenar. Por lo tanto, si se pudiera demostrar sin ninguna duda que algún hombre o mujer ha errado contra dicha definición, sería posible que sea excusado de mantener la promesa de “no escuchar jamás, sin protestar, alguna malignidad que sea dicha” de ellos. Pero la definición impide esto al agregar “ya sea un hermano Teósofo o no”, y está de acuerdo con la máxima legal que tan raramente es llevada a la práctica: siempre se debe considerar a un hombre inocente hasta que se demuestre su culpabilidad. La sospecha es un invitado peligroso de albergar, y finalmente volvemos al hecho de que es mejor “no juzgar para no ser juzgado”.

Las Cláusulas 4 y 5 son el complemento de las resoluciones que van directamente al núcleo de todo aquello que milita en contra de la Teosofía y en contra de hacer de ella un factor viviente en la vida de los seres humanos. En este sentido, la Cláusula 6 también es un complemento. Pero el poder de ayudar y enseñar a otros sólo puede encontrarse en el espíritu de unidad de vida, que es un espíritu de igualdad absoluta, y en el sentido de que para los Teósofos todo hombre es un maestro.

La Cláusula 6 es una ratificación de todo lo anterior, pero lo expresa en términos más definidos.

Así, pues, antes de hacer esta Promesa, antes de comprometerse a trabajar y ser activos en pos de la Teosofía, es necesario que todos aquellos que aspiran a hacerlo se cercioren cuidadosamente de qué es realmente la Teosofía. ¿Es la Teosofía idéntica al comportamiento en la Sociedad Teosófica? Si no lo es, ¿debería serlo? ¿Me esforzaré para que así sea? Al comprometerme a trabajar por ella, ¿estoy buscando obtener una recompensa, ya sea en un futuro cercano o distante, en esta o en futuras encarnaciones? Al parecer, entonces, uno de los requerimientos principales es el esforzarse en “Conocerte a Ti mismo”.

Una Promesa como tal no debería ser hecha a la ligera, ni con un espíritu meramente emocional. Tiene que ser hecha con una resolución rigurosa de siempre llevar a cabo, y cada vez más cuidadosamente, sus requerimientos, sin importar lo que cueste. El hombre que lo hace con un espíritu irreflexivo, sin examinar su verdadero significado y sin la intención de que su cumplimiento sea el objetivo supremo de su vida, está corriendo un riesgo.

Es necesario “leer, prestar atención, aprender y digerir interiormente” las verdades que existen en la Teosofía y entonces, quizás, puede que amanezca el día en el mundo en que todos los hombres seamos como hermanos, y que la Hermandad Universal sea una realidad y la guía de toda la existencia.

Uno que se ha Comprometido

 


1- Esta cita se encuentra en el artículo “Que cada Hombre Pruebe su Trabajo” en la revista Lucifer Vol. I, noviembre de 1887, pág. 169. (N. del T)

2- El libro Luz en el Sendero de Mabel Collins. (N. del T.)