Articulos
Los Símbolos Teosóficos
Por W. Q. Judge
[Publicado en The Path, Vol. VII, abril de 1892, págs. 8-13. Título original Theosophical Symbols. Publicado en castellano por The Theosophy Company. Corregido y editado por el Centro de Estudios de la Teosofía Original en Argentina febrero de 2017]
El primer artículo impreso en el “Path” referente a este tema, se titulaba “Simbolismo Teosófico” y se encuentra en el primer Volumen de Mayo 1886.
Los símbolos de la Sociedad están contenidos en su sello, que describiremos primero. Consiste de una serpiente en forma de círculo que muerde o traga su cola, en cuyo interior se encuentran dos triángulos entrelazados, los cuales constituyen el llamado “Sello de Salomón”. El vértice de uno de los triángulos está dirigido hacia arriba y el otro hacia abajo. El que tiene el vértice hacia arriba, es blanco o de cualquier otra tonalidad equivalente a tal color, si se compara con el otro que es obscuro y que se debería siempre representar así. Sobre la serpiente, y en la proximidad de su cabeza, encontrándose en la línea del diámetro central vertical del círculo, hay otro pequeño círculo en el cual está situada la Svástica, una simple cruz cuyas extremidades están encorvadas hacia atrás. En el interior del espacio central delimitado por los dos triángulos entrelazados, está la famosa cruz de los egipcios, llamada ansata, la cual es mucho más antigua que la cristiana. Es una cruz que carece del brazo superior, remplazado por un oval cuya estrecha extremidad está situada encima de la cruz, formando así su brazo superior. Debería ser blanca. Alrededor de todo el sello, se encuentra el lema de la Sociedad: “No hay religión más elevada que la Verdad”, la máxima de los Majarajas o grandes reyes, de Benares, la ciudad sagrada de la India. A veces, encima del sello, está escrito “OM”, el término sagrado de los hindúes y primera letra del alfabeto sánscrito.
Todos los miembros de la Sociedad considerarán interesante saber que, aun cuando algunas personas han afirmado ser las inventoras de este sello, elaborándolo para la Sociedad en sus inicios en 1875, Madame Blavatsky usaba sustancialmente lo mismo en su papel de cartas privadas, algunos modelos del cual se encuentran en mi escritorio junto al bloque original que usó para imprimir su papel, mucho antes que estos individuos hubieran oído hablar de la Teosofía. Su sello tenía encima la corona de una condesa, y en medio, en lugar de la cruz egipcia, estaba su monograma. En Inglaterra, algunos años después de que la Sociedad adoptó el sello, una persona con el nombre de Bothel de Bath hizo una híbrida imitación de este, partiendo la serpiente en tres, como si quisiera mostrar que la evolución se había dividido en tres elementos heterogéneos. Además, un vendedor americano de amuletos y filtros amorosos lo imitó, copiando luego de todas las obras y revistas teosóficas para elaborar un libro sobre la obscuridad del Egipto que se pudiese vender. Estas imitaciones infantiles demostraban claramente su falsedad a cualquiera que conozca un poco de simbología.
Nuestro sello dirige la mente del hombre regenerado que, simbolizado por la cruz, está situado en el centro, delimitado por el triángulo obscuro y el blanco y rodeado por la gran serpiente o dragón de la evolución y de la materia. Pero, un analizar de las diferentes partes del entero, nos ayudará a comprender y a captar todos sus sentidos, ya que en simbología el símbolo es correcto solo cuando representa de manera adecuada todas las ideas que se propone transmitir y en todas sus partes es coherente con el entero, manteniéndose al mismo tiempo conforme a la tradición y a las reglas de los antiguos. Una vez comprendido, debería ser suficiente mirarlo o pensarlo, con su imagen en la mente, para que suscite en el pensador todas las ideas y doctrinas que representa. Esta es la razón por la cual los símbolos confusos son inútiles, mientras que los correctos son de gran utilidad. En realidad, la misma regla es válida para la clarividencia, aunque sea un tema muy diferente. En este caso, el símbolo, que es la imagen de la persona o de la cosa que se desea ver mediante la clarividencia, puede confundir al vidente, o producir lo contrario, según sea o no coherente. Los símbolos tienen un valor por la más antigua razón según la cual, mientras que los libros, las escrituras y las demás obras humanas se desvanecen y dejan de existir en las edades sucesivas, los grandes símbolos no desaparecen. Nuestro Zodíaco es un conjunto de símbolos y, aunque su edad es un misterio, continuamos encontrándolo en nuestros almanaques, en las imágenes de los libros sagrados o en los monumentos de cualquier época o población. Aún hoy, las personas más materialistas, se preguntan si no pudiera ser posible comunicarse con los habitantes de otros planetas empleando los símbolos, como si se hablara por señas con un salvaje.
Consideremos la serpiente que forma el gran círculo del sello. El hecho de que trague su cola, muestra el ciclo de la eternidad o la gran espiral de la evolución del Manvantara. Este es el círculo de la necesidad de los egipcios, el sendero de las numerosas reencarnaciones del alma, cuyo significado permanece aun considerándolo simplemente como serpiente, ya que periódicamente cambia su piel, como sucede con los numerosos cuerpos del ser humano cada vez que muere. Significa también sabiduría, en cuanto a la Serpiente se le ha llamado el sabio y, según muestra La Doctrina Secreta, la palabra querría decir también los Maestros de la sabiduría y del poder. Su cola que penetra en la boca, implica la rotación perpetua del círculo o la periódica aparición y desaparición del Universo manifestado. Casi cada biblia lo tiene. San Juan habla del gran dragón que con su cola hizo caer una tercera parte de las estrellas a la tierra. Esto implica que, durante esta amplia evolución, la serpiente en cuestión, trajo egos de las estrellas a este globo. En la forma de círculo, simboliza la perfección, ya que es la figura más perfecta, mostrándonos, en sus diferentes relaciones, la gran doctrina según la cual el número y el peso, construyeron el Universo, mientras la armonía, por un momento perturbada y luego restablecida, controla y preside sobre ello.
En realidad, no obstante que la proporción del diámetro del círculo sea de uno a tres, si queremos ser exactos, existe un resto compuesto de cifras que no se pueden escribir en cuanto son infinitas. Esta es la cantidad desconocida que continuamente entra en la sucesión de eventos, tendiendo siempre a restablecer la armonía.
Desde el punto de vista de la importancia, los dos triángulos entrelazados son segundos después la serpiente. Este es el llamado “Sello de Salomón”, porque según se suponía, él lo usó para tratar con los genios que obedecían sus órdenes. En la tradición musulmana, existe un relato que describe como él encerró uno de los espíritus en el Mar Rojo, en una olla sobre cuya superficie estaba inscrito su sello. Pero este no es su origen. Poseo una moneda hindú muy antigua en la cual se ve el mismo sello rodeado por rayos solares, y ya tal figura se conocía en las primeras épocas en Indostán. Un par de Brahmines, amigos del escritor, afirman que dicha casta siempre lo conoció. En la página 260 de Isis sin Velo, H. P. Blavatsky expone el asunto muy bien, acompañándolo con dos diagramas que ilustran sus formas hindúes y judías. Estos triángulos simbolizan también la constitución septenaria del ser humano y de todas las cosas. Ellos tienen seis vértices y seis triángulos, encerrando un espacio central que es su séptima división, que en tal caso representa el séptimo principio o, más propiamente hablando, al pensador, que está en el universo y toca todas las cosas de los seis lados, por medio de los seis triángulos, cuyos vértices tocan los lados de la serpiente, o la gran rueda de la evolución que en y por medio de la cual el pensador gana experiencia de la naturaleza. El triángulo blanco, llamado el superior, se refiere al espíritu, mientras el inferior, o el obscuro, a la materia. Una vez entrelazados, significan, como se dice en la Bhagavad Gītā, que el espíritu y la materia son coeternos y siempre unidos. Por lo tanto, representan también los grandes opuestos en la naturaleza y en la mente, el bien y el mal, la noche y el día, masculino y femenino, libertad y esclavitud, frío y calor, estos grandes contrastes por medio de los cuales podemos al final encontrar la verdad. Esta figura desempeña un papel muy importante en la Cábala, por esa razón se dice que su representación en este mundo, es un reflejo o el reverso del verdadero triángulo en los mundos superiores. Sin embargo, esta declaración no transmite mucho, porque, al invertir la imagen en el papel, se notará que el triángulo obscuro se encuentra arriba, que en las escrituras místicas significa el reino de la magia negra. Probablemente, esto es lo que los cabalistas implicaban, ya que se deleitan en llamarle el obscuro mundo o el infierno.
De esta figura es posible obtener el grado treinta y tres de la Francmasonería. Tal grado es el Consistorio o Concilio, que emblemáticamente indica el gran cuerpo de los Sabios o Gobernadores, el conjunto o la suma de todos los otros. La idea que ilustramos ahora puede resultar nueva a los francmasones, sin embargo es correcta. Al girar la imagen hacia abajo, se generara una imagen inversa, por lo tanto tendremos dos, y según dice la Cábala de los judíos, una es la imagen de la otra.
Consideremos ahora los lados oblicuos, al prolongar los dos del triángulo obscuro superior, para unirlos después, se creerá una base por ambos lados. El resultado será la figura aquí mostrada, que contiene tres pequeños “Sellos de Salomón” dentro de uno más grande. Si contamos las cámaras o las divisiones de esta nueva imagen, descubriremos que son treinta y dos, por lo tanto, al añadir la figura en su totalidad, obtenemos treinta y tres o el Consistorio, que se puede colocar en el punto central de la figura. Según algunos, todo esto parecerá fantasioso, aunque no lo es más que muchas cosas en la Masonería, y aun siendo curioso, tiene la ventaja de ser correcto. Dicho número de divisiones o cámaras, unidas a la figura completa, también expresan los treinta y tres crores1 de dioses o fuerzas de la naturaleza, en el antiguo Panteón hindú.
La cruz egipcia, colocada en el centro del sello en el interior del espacio creado por los seis triángulos entrelazados, no es menos antigua ni es menos interesante que estos últimos. Ella debería ser de color blanco brillante, ya que representa al hombre regenerado tanto como a la vida. El oval situado encima, es la materia, mientras los brazos inferiores representan el espíritu, el cual, unido a la materia, es la vida, ya sea material o eterna. Es también el símbolo de Venus, que, según La Doctrina Secreta, es la hermana mayor de la tierra. En Venus se perciben nuestros cambios, y los que proceden de ella, nos influencian a nosotros. Esta cruz se encuentra en casi cada papiro egipcio. El Libro de Job es en realidad una traducción, en cierto modo alterada, de El Libro de los Muertos usado por los egipcios, en el cual el alma, o el candidato, entra en el Vestíbulo de las Dos Verdades para ser juzgado en presencia de Osiris. Él es Job. Al entrar, se encuentra enfrente a Isis, la cual es una doncella, por lo tanto él dice: “Hice un pacto con mis ojos que no miraré a una doncella”. Isis tiene en su mano el símbolo de la cruz ansata, que significa la vida. Se encuentra en las manos de los guardianes de los muertos y en muchos otros sitios. Se ve constantemente en los papiros del Museo Británico, en los monumentos egipcios, europeos y americanos. El obelisco que el comandante Gorringe trajo del Egipto, y ahora está erigido en el Central Park de Nueva York, contiene más de treinta cruces ansatas. Al examinar el sarcófago de una momia, que se exhibía al público el año pasado en Tacoma, Washington, vi muchas cruces de las que estamos hablando. Es uno de los símbolos más antiguos de todos.
La cruz encorvada, situada en el pequeño círculo sobre la serpiente en la parte superior del sello, y unida al vértice del triángulo superior, es la Svástica. En oriente se encuentra casi en cualquier lugar, como también entre los primeros cristianos y en algún otro sitio en Europa. Se le han dado muchos sentidos. A veces, representa el remolino de la voluntad, y además la “Rueda de la Ley”, mencionada tanto en los libros buddhistas como en los brahmánicos. Según se afirma, cuando los Buddhas vienen, imparten otro giro a la Rueda de la Ley, y Kṛiṣṇa le dice a Arjuna que, él que no sostiene propiamente la rotación de la gran rueda de la acción y reacción, entre los dos mundos, vive una existencia de pecado sin propósito. En la India, la Svástica representa el sitio o el centro en el cual fluyen las fuerzas del gran desconocido para mostrarse sucesivamente en varias manifestaciones, ilustra también el gran molino de los Dioses en cuyo centro está situada el alma y donde, la revolución del eje, atrae todas las cosas para que se destruyan, amalgamen y transformen una y otra vez.
Lo que antecede, termina un análisis del sello de la Sociedad. En 1875, este escritor, obedeciendo al pedido del Cnel. Olcott, dibujó un broche para que los miembros lo usaran. El joyero Maiden Lane fue el primero en hacerlo. Está constituido por la combinación de la serpiente con el tau egipcio, formando entonces las letras “S.T.”. La ilustración al lado, es una incisión sacada del antiguo dibujo el año pasado, cuando se empezó a usar los broches más que anteriormente. Un nutrido número de miembros americanos y europeos ahora los lleva. El Cnel. Olcott tiene uno que un teósofo de Nueva York le regalo un poco antes de la última convención londinense.
La palabra sánscrita “Aum” encima del sello, y la máxima, son añadiduras sucesivas adoptadas después de que Madame Blavatsky y el Cnel. Olcott fueron a la India. El Aum en su posición presente se debe interpretar como la “Fuente de Luz, el Sol que ilumina nuestras mentes y la meta de nuestro esfuerzo”, es decir, la verdad, ya que la Teosofía constantemente nos demuestra que “No hay religión más elevada que Verdad”.
1- [Es una medida de numeración Inda, un crore equivale a 10 000 000. N. del E.]
Ciencia y Karma
Por Katherine Tingley
[Theosophical Manuals Vol III Karma, págs. 17-28, publicado en el año 1907 por The Aryan Theosophical Press. Título original Science and Karma. Traducido por el Centro de Estudios de la Teosofía Original en Argentina, enero de 2016]
La ciencia moderna se siente orgullosa de sus principios generales. Uno de ellos es la Ley de Conservación de la Energía. La Ley de Karma puede ser considerada una extensión, una muy grande extensión, de hecho una conclusión de esta.
La Ley, como la enuncia la ciencia moderna, establece que la suma total de la energía en un sistema cerrado permanece constante a través de cualquier cambio de forma que la energía pueda experimentar y en un sentido más amplio, que la suma total de la energía del universo es siempre la misma. Ninguna energía puede perderse. Cuando desaparece en una forma reaparece en otra. La cantidad de energía mecánica consumida en la fricción genera un equivalente de energía calórica. Una cantidad dada de electricidad descompondrá una determinada cantidad de sulfato de cobre y producirá una determinada cantidad de cobre. Se puede calcular exactamente la cantidad de cobre que se obtendrá y también puede calcularse y controlarse cualquier escape incidental de energía. Los químicos saben que los compuestos contienen un monto variable de energía potencial dentro de ellos y que esta energía, que a menudo es enorme, es liberada cuando los compuestos se descomponen. En otros casos la energía es absorbida.En los últimos años, esta ciencia de la termoquímica se ha extendido por el descubrimiento de nuevos hechos, que llevan a la convicción de quelos átomos mismos están compuestos, de rudimentos aún más pequeños y contienen a su vez una enorme cantidad de energía potencial. Es en virtud de esta energía que ellos se mantienen estables y en virtud de la misma energía es que ellos pueden convertirse en tan potentes si los podemos descomponer. De más esta decir, que aquí principalmente se hace referencia a la radioactividad.
Por supuesto los científicos razonables y sinceros no se alteran al encontrarse con que su esquema de conservación de la energía, es proclive a ampliarse en cualquier momento. Esto es lo que uno naturalmente espera de una hipótesis provisoria. Sin embargo el prejuicio frecuentemente contiende contra la razón y hace que las innovaciones, aunque verdaderas, no sean bienvenidas. De aquí que haya algunos que no han recibido satisfactoriamente el amplio panorama que el fenómeno de la radiactividad ha abierto. Nos enfrentamos aquí con una fuente aparentemente ilimitada de energía, y el único dato que figura en el otro lado de nuestro balance en contra de este gasto pródigo, es la pérdida casi imperceptible de una partícula minúscula.
Pero esta circunstancia resulta pequeña cuando tenemos en cuenta todas las cosas que la ciencia ha omitido completamente de sus cálculos. ¿Qué hay acerca de la energía mental y del poder de la voluntad humana? ¿No son estas también fuerzas? Si vamos a tener en cuenta el valor dinámico de un pensamiento humano, debemos realmente medirlo en términos cuya magnitud y variabilidad estén completamente en una escala diferente de la que se usa para las fuerzas brutas. Y si no tenemos en cuenta esto para nuestros cálculos, entonces nuestros cálculos son verdaderamente limitados e inadecuados.
La verdadera ciencia declara que no solamente el grosero plano físico que podemos ver, y aquellas fuerzas más sutiles pero aun físicas, cuyos efectos podemos medir, sino la totalidad del universo de vida con todas sus fuerzas -mentales, psíquicas y espirituales- deben someterse a la ley exacta y estar sujetos a la misma eterna regla de causa y efecto. De otra manera hay caos o la voluntad arbitraria de una Deidad imperfecta.
No son pocos los casos en los cuales las acciones de la ley de Karma pueden ser directamente delineadas, aún por nuestra (actual) limitada inteligencia. Podemos comprender por ejemplo, cómo los años de la juventud empleados en exceso sensual dañarán al organismo y ocasionarán parálisis en la vejez. Nadie hoy en día pensaría atribuir un derrame cerebral a la voluntad de una deidad vengativa; aunque en una época se haya creído. Verdaderamente aún podríamos admitir que el castigo se debe a un “decreto de la Deidad”, ya que la Deidad representa la Ley eterna y la Justicia; pero el admitir esto no nos impide reconocer el rol que nuestra propia estupidez ha jugado en el asunto. En pocas palabras, reconocemos que los actos humanos ponen en acción la Ley Divina; que ambos, Dios y el hombre pueden ser en diferentes sentidos la causa del castigo; y que a pesar de que invoquemos a Dios debemos al mismo tiempo poner nuestro propio hombro para mover la rueda.
Además de los efectos cuyas causas podemos trazar, existen efectos cuyas causas (en el presente estado de nuestro conocimiento) no podemos aún delinear. ¿Pero hay alguna razón valedera para ubicar estos efectos en una categoría diferente? ¿No declara la lógica que también ellos se deben a la acción de la justicia eterna? Tome el caso de un rengo de nacimiento. No podemos establecer la conexión entre su discapacidad y su (presunta) falta. Como no sabemos sobre la Reencarnación, entonces nuestras especulaciones están de hecho cerradas. Pero si pudiésemos ver el pasado de ese hombre, en sus vidas anteriores, probablemente seríamos capaces de reconocer la causa de su aflicción, su justicia y la necesidad de la experiencia del Alma.
En el caso de un trastorno físico, como el que acabamos de citar, podemos frecuentemente rastrear la cadena de causación porque es inherente al cuerpo visible que nuestra ciencia puede estudiar. Sin embargo, aún allí fracasamos, porque a veces los comienzos de la cadena están en una vida pasada. La gente nace con predisposiciones hereditarias hacia la enfermedad; y aunque podemos delinear la causa hasta donde la herencia lo permita, no podemos discernir la conexión moral ni percibir cómo el padecimiento del hombre depende de sus propios actos pasados. No sabemos sobre la Reencarnación, y por lo tanto nuestras investigaciones llegan a un punto final.
En el caso de otras clases de destino como una ruina financiera repentina, un accidente, o la muerte prematura, es difícil trazar una conexión porque no tenemos ninguna ciencia que haya investigado el fenómeno de esos planos internos donde actúan las fuerzas invisibles. Aún tenemos que refugiarnos en la frase “se debe a la Providencia” o lo que es lo mismo decir “al azar”. Suerte y destino son los términos con los que denotamos los huecos en nuestro conocimiento, como la X en una ecuación.
Será fácil de comprender por qué fracasamos en discernir la razón de ser del destino y la fortuna, si reflexionamos qué tremendos huecos hay en nuestro conocimiento. ¿Qué sabemos acerca del pensamiento? Podemos delinear algunos de sus efectos cuando operan a través de nuestro mecanismo corporal, y producen una acción visible, o cuando actúan sobre nuestro sistema nervioso y producen cambios fisiológicos. Pero el pensamiento tiene un poder que actúa fuera del cuerpo. Un pensamiento es un centro de fuerza muy poderoso, y una vez creado nos abandona y continúa existiendo en compañía de otros innumerables pensamientos, en una suerte de “espacio” que es totalmente diferente del así llamado “tridimensional” de nuestras percepciones sensoriales. Este mundo del pensamiento es de todos modos una realidad objetiva; y en él todos vivimos, lo respiramos y deambulamos a los tropezones ciegamente con nuestros sentidos internos sin desarrollar. ¿Qué hay acerca de la dinámica de este mundo del pensamiento? Ay! Existe un vacío en nuestro conocimiento. Estamos, usando una metáfora de H.P. Blavatsky, hilando hebras del destino a nuestro alrededor como una araña tejiendo su tela. A cada hora, a cada minuto, estamos acumulando reservas de energía en el mundo del pensamiento, el que, por una ley tan exacta y racional como aquella de la elasticidad física, tarde o temprano reaccionará sobre nosotros.
Consideremos ahora cómo un hecho así llamado “fortuito” sucede. ¿Qué es la casualidad en realidad? Si arrojo una moneda al aire, ¿qué determina que salga cara o seca? Obviamente debe haber una cadena de causas mecánicas, los movimientos de los músculos, nervios, etc. Y detrás de ellos debe haber causas mentales, dado que la mente mueve el cuerpo. Si no es mi inteligencia consciente la que dirige la cuestión, debe haber entonces algún elemento inconsciente en mi mente o sistema nervioso. No podemos detenernos para continuar este pensamiento hacia adelante pero nos lleva a los misterios de la perdida ciencia de la adivinación. Nuestro destino es quizás determinado por la dirección “casual” que tomamos en la calle o el encuentro “fortuito” con un conocido. Pero, ¿Qué es lo que determina el camino que tomaré? Un capricho mental. ¿Y qué determinó ese capricho mental? Todo es ley, existe una cadena, aunque no podamos verla; casualidad es una palabra que no tiene significado.
A veces nos levantamos a la mañana y todo sale mal. Esto es debido a nuestro estado mental. Normalmente nuestra seguridad está garantizada por los instintos y por miles de pequeños actos inconscientes y semiconscientes. Pero si nuestros sentidos están embotados y los nervios discordantes, nuestros instintos nos hacen fracasar, nuestros reflejos están aletargados y nos damos la cabeza contra la lámpara y la estropeamos. O, nuevamente, podemos haber creado tal atmósfera desagradable a nuestro alrededor por nuestros pensamientos que otras personas sienten e instintivamente nos apartan o nos esquivan. Aquí el efecto puede ser trazado hacia la causa. En mayor escala es lo mismo. Resumiendo, la vida está llena de causas de las cuales no conocemos los efectos, y de efectos de los que no conocemos las causas. ¿Sobre este fundamento se atrevería Ud. a negar la doctrina de Karma? Mejor estudie un poco primero.
En resumen, la Teosofía no admite cosas tales como la casualidad o el accidente. Nada puede suceder sin una causa, aunque la causa pueda ser invisible.
Es más que evidente que hay varios hilos de Karma en la madeja de la vida humana. Un hecho puede tener una causa física y también moral. Por lo tanto, es absurdo debatir cuándo algo surge por una causa moral o por una causa física, porque usualmente surge de ambas. Atribuimos las enfermedades y calamidades a causas físicas, y otras razas las han atribuido a la visita de los Dioses; pero, claramente, sean causadas por los Dioses o no, deben también tener una causa física; y viceversa, una epidemia, a pesar de generarse por una irresponsabilidad sanitaria, también puede y debe ser una retribución moral.
El lugar donde nuestro estudio de la vida se desploma más seriamente es al comienzo y al final de una vida. Ninguna de nuestras enseñanzas populares nos dicen algo acerca del nacimiento y la muerte. El tema aquí se centra en la Reencarnación, la cual está delineada en otro Manual; pero es necesario decir algo acerca del tema aquí. Desde que un hombre cosecha en una vida las consecuencias de lo que sembró en vidas anteriores, resulta claro que debe haber una explicación de cómo la influencia se traslada de una encarnación a laotra. Si cualquiera se siente inclinado a evadirse ante la dificultad de la explicación, recuérdenle que la vida ordinaria está llena de dificultades similares, las cuales la ciencia ni siquiera intenta explicar, y sin embargo, las damos por sentado porque nos son familiares. ¿Por qué, entonces, rehuir ante una dificultad que no es tan grande simplemente porque no nos resulta familiar?
Una buena ilustración para nuestro presente propósito es el de la planta y su semilla. En esa semilla (o alrededor de ella o en algún lugar en conexión con ella) debe estar almacenado el germen de todo lo que la futura planta poseerá. ¿Pero que nos puede decir la ciencia acerca de este misterio? ¿Revelará el microscopio las condiciones que determinan las futuras características de la planta? ¿En qué lugar y como están contenidas estas características? Podemos solamente susurrar, “Moléculas”, y especular si la mera ubicación de las partículas imaginarias en un espacio ideal tiene algo de causal o de poder determinante. El hecho es que la verdadera semilla es invisible, y la planta entera existe completa en todas sus partes en una clase de materia más refinada, llamada materia astral, antes de que exista físicamente (ver el Manual de “Los Siete Principios”).
Y por lo tanto en el hombre, es inútil tratar de establecer una conexión física entre una encarnación y la otra. Dado que el Ego Reencarnante es la única parte del hombre que sobrevive el intervalo, las causas deben ser inherentes a él. Estas causas están en estado germinal, están latentes, como los contenidos de la planta en la semilla.
Aforismos Sobre Karma
[Publicado en The Path Vol. II, marzo de 1893, págs. 366–369.Título original Aphorisms on Karma. Traducido por integrantes del Centro de Estudios de la Teosofía Original en Argentina en abril del 2015]
Los siguientes aforismos, entre otros aún no dados a conocer, me fueron entregados por mis maestros, entre los cuales se encuentra H. P. Blavatsky. Algunos por escrito, otros comunicados de alguna otra manera. Fueron presentados ante mí como provenientes de manuscritos aún inaccesibles para el público en general. Cada uno fue sometido a mi razonamiento y juicio; y así como, después de una seria consideración, ellos obtuvieron la aprobación por sí mismos ante mi razón, sin que mediara ninguna autoridad, del mismo modo espero que obtengan la aprobación de aquellos de mis compañeros de trabajo para quienes ahora los publico.
William Q. Judge
AFORISMOS
(1) No hay Karma a menos que exista un ser que lo cree o sienta sus efectos.
(2) Karma es el ajuste de los efectos que fluyen de las causas, durante el cual, el ser sobre y a través de quien éste se efectúa, experimenta dolor o placer.
(3) Karma es una tendencia constante e infalible en el Universo a restaurar el equilibrio, operando incesantemente.
(4) El aparente cese de esta restauración del equilibrio, es debido al necesario ajuste de un disturbio en algún otro punto, lugar o foco, solo visible para el Yogui, el Sabio o el Vidente perfecto: por lo tanto no existe un cese, sino más bien un velo en la visión.
(5) El Karma opera en todas las cosas y en todos los seres, desde el más diminuto átomo concebible, hasta Brahma. Procediendo en los tres mundos de hombres, dioses y de seres elementales; no existe ningún punto en el universo manifestado que esté fuera de su alcance.
(6) Karma no está sujeto al tiempo, de modo que, aquel que conoce cuál es la última división del tiempo en este Universo, conoce el Karma.
(7) Para todos los demás hombres el Karma es, en su naturaleza esencial, desconocido e incognoscible.
(8) Sin embargo, su acción puede ser conocida por el cálculo de la causa al efecto; dicho cálculo es posible debido a que el efecto está envuelto en la causa y no es posterior a esta última.
(9) El Karma de esta tierra es la combinación de los actos y pensamientos de todos los seres de todos los grados, los cuales estuvieron envueltos en el Manvántara precedente o corriente evolucionaria, desde la que fluye la nuestra.
(10) Y como esos seres incluyen a Señores de Poder y Hombres Santos, así como a débiles y malvados, el período de duración de la tierra es mayor que la de cualquier entidad o raza sobre ella.
(11) Dado que el Karma de esta tierra y de sus razas comenzó en un pasado muy lejano como para ser alcanzado por la mente humana, una indagación en cuanto a sus orígenes es infructuosa e inútil.
(12) Las causas Kármicas ya puestas en movimiento deben ser dejadas a su propio impulso hasta ser agotadas, pero esto no le da lugar al hombre a negarse a ayudar a sus semejantes o a todo ser sensible.
(13) Los efectos pueden ser contrarrestados o mitigados por los pensamientos y actos de uno mismo o de otros, y entonces los efectos resultantes representan la combinación e interacción del número total de las causas implicadas en producir estos efectos.
(14) Karma no puede actuar en la vida de mundos, razas, naciones e individuos, a menos que haya un instrumento apropiado provisto para su acción.
(15) Y hasta que dicho instrumento apropiado sea encontrado, ese Karma relativo a él permanece en suspenso.
(16) Mientras que un hombre está experimentando Karma en el instrumento provisto, su otro Karma en suspenso no es agotado por otro ser u otro medio, sino que es mantenido en reserva para una futura operación; el lapso de tiempo durante el cual no se siente ninguna intervención de ese Karma, no causa desgaste en su fuerza ni cambio en su naturaleza.
(17) Lo apropiado de un instrumento para la operación del Karma, consiste en la exacta conexión y relación del Karma con el cuerpo, la mente y la naturaleza intelectual y psíquica adquiridos para su uso por el Ego en alguna vida.
(18) Todo instrumento utilizado por algún Ego en alguna vida es apropiado para el Karma que opera a través de él.
(19) Pueden ocurrir cambios en el instrumento durante una vida y así hacer a éste apropiado para una nueva clase de Karma, y esto puede darse de dos maneras: (a) por medio de la intensidad del pensamiento y el poder de un juramento, y (b) por medio de alteraciones naturales debidas al completo agotamiento de viejas causas.
(20) Como el cuerpo, la mente y el alma tienen un poder de acción independiente cada uno de los otros dos, cualquiera de ellos puede agotar, independientemente, alguna causa Kármica de forma más cercana o más remota al momento inicial, que aquellas operando a través de los otros canales.
(21) Karma es tanto misericordioso como justo. Misericordia y Justicia solo son polos opuestos de la única totalidad; no es posible la Misericordia sin Justicia en las operaciones de Karma. Aquello que el hombre llama Misericordia y Justicia es defectuoso, erróneo e impuro.
(22) El Karma puede ser de tres clases: (a) el actual, operando en esta vida a través de los instrumentos apropiados; (b) aquel que está siendo originado y guardado para ser agotado en el futuro; (c) el Karma retenido de las pasadas vidas no operando aún debido al carácter inapropiado del instrumento que está en uso por el Ego, o por la fuerza operante del actual Karma.
(23) Tres son los campos de operación utilizados en cada ser por el Karma: (a) el cuerpo y las condiciones; (b) la mente e intelecto; (c) los planos psíquico y astral.
(24) El Karma retenido y el Karma presente, pueden cada uno o ambos, operar en los tres campos de operación del Karma a la vez o puede operar al mismo tiempo en cualquiera de esos campos una clase diferente de Karma a aquel usado por los otros.
(25) El nacimiento en una determinada clase de cuerpo y la obtención de los frutos de alguna clase de Karma, se deben a la preponderancia de la línea de tendencia Kármica.
(26) La influencia de la tendencia Kármica repercutirá en la encarnación de un Ego, o familia de Egos, al menos por tres vidas, mientras no se adopten medidas de represión, eliminación o de neutralización.
(27) Las medidas adoptadas por un Ego para reprimir una tendencia, eliminar defectos y contrarrestar por medio de la creación de causas diferentes, alterarán la influencia de la tendencia Kármica y reducirán su influencia de acuerdo con la fortaleza o debilidad de los esfuerzos empleados al implementar las medidas adoptadas.
(28) Ningún ser humano a excepción de un sabio o verdadero vidente, puede juzgar el Karma de otro. Por lo tanto, mientras que cada uno recibe lo que le corresponde, las apariencias pueden ser engañosas, y nacer en la pobreza o con alguna dura prueba, puede no ser necesariamente el castigo por mal Karma, dado que los Egos encarnan continuamente en ambientes pobres en los que experimentan dificultades y pruebas las cuales son para disciplinar al Ego dándole como resultado fortaleza, templanza y compasión.
(29) El Karma racial influencia a cada uno por medio de la ley de Distribución. El Karma nacional opera sobre los individuos de esa nación por acción de la misma ley, pero más concentrada. El Karma familiar gobierna solo en naciones donde las familias se han mantenido puras y diferenciadas; porque en una nación donde hay una mezcla de familia, como sucede en cada período de Kaliyuga, el Karma familiar es generalmente distribuido sobre una nación. Pero incluso en tales periodos, algunos grupos familiares permanecen coherentes por largo tiempo, y entonces sus miembros sienten la influencia del Karma familiar. La palabra “familia” puede contener a varias familias más pequeñas.
(30) El Karma opera, por la concatenación a través del plano mental y el astral del ser, para producir cataclismos en la naturaleza. Un cataclismo puede ser atribuido a una causa física inmediata tal como los fuegos internos o un disturbio atmosférico. Pero a su vez éstos han sido provocados por otros disturbios creados por el poder dinámico del pensamiento humano.
(31) Los Egos que no tienen ninguna conexión Kármica con la porción del globo donde un cataclismo está por comenzar, son separados de esta operación de dos maneras: (a) por un rechazo que actúa en su naturaleza interna, y (b) siendo llamado y advertido por aquellos que vigilan el progreso del mundo.
Chelas
Por H. P. Blavatsky
[Publicado en The Theosophist Vol. VI, octubre de 1884, pág. 1. Título original Chelas. Traductor desconocido. Revisado y corregido por el Centro de Estudios de la Teosofía Original de Argentina en julio de 2014.]
A pesar de la gran cantidad de artículos aparecidos en esta revista referentes al tema de los Chelas, parece que aún subsisten muchos malentendidos y puntos de vista falsos. ¿Qué son los Chelas y cuáles son sus poderes? ¿Tienen defectos y en qué se distinguen de las personas que no son Chelas? ¿Deberíamos tomar, cada palabra proferida por un Chela, como una verdad sagrada?
Estas preguntas son el fruto de las concepciones tan absurdas que, por un tiempo, las personas han tenido acerca de los Chelas y cuando se percataron de que estas ideas debían ser cambiadas, en varios casos la reacción ha sido muy violenta.
La palabra “Chela” simplemente significa un discípulo; sin embargo, en la literatura teosófica se ha cristalizado y en muchas mentes tiene tantas definiciones distintas como los que tiene la palabra “Dios”. Según el punto de vista exagerado de algunos, cuando un ser humano es un Chela, se le coloca de pronto en un plano en donde, toda palabra que pueda desafortunadamente pronunciar, se interpreta como ex cathedra [con autoridad], sin concederle al pobre, privilegio de hablar como una persona ordinaria. Si se descubriera que lo proferido era fruto de su pensamiento y responsabilidad, se le imputaría querer extraviar a su audiencia.
Ha llegado el momento de corregir de una vez por todas, esta idea errónea. Existen Chelas y Chelas, así como hay Mahatmas y Mahatmas. En verdad, existen Mahatmas que son los Chelas de aquellos que son más elevados. Sin embargo, nadie podría confundir ni siquiera por un instante, un Chela que acaba de empezar su camino espinoso, con aquel más grande Chela que es un Mahatma.
En efecto, el Chela es un ser desafortunado que se ha encaminado a lo largo “de un sendero no manifestado” y Krishna dice que “éste es el camino más difícil”.
Él se da cuenta de que en lugar de ser el vocero constante de su Gurú, su soledad en el mundo supera la de los que no son Chelas y su sendero está infestado de peligros que horrorizarían a muchos aspirantes, si los representáramos tal cual son. Así que, en lugar de aceptar a su Gurú y pasar un examen de admisión con el propósito de conseguir un bachillerato en el Arte del Ocultismo, bajo la guía constante y amistosa de su maestro, él fuerza la entrada en un recinto vigilado y, desde entonces, debe luchar y conquistar; o morir. En lugar de que él acepte, deber ser digno de aceptación. Ni siquiera tiene que ofrecer su persona. Este año, uno de los Mahatmas ha escrito: “Nunca se precipiten hacia nosotros por el chelado; esperen hasta que éste descienda sobre ustedes”.
Y haber sido aceptado como un Chela no implica que él sea simplemente el instrumento de su Gurú. Hablará de manera común y corriente, ahora como antes; y es sólo cuando el maestro envía por medio del Magnetismo del Chela un verdadero mensaje escrito, que la audiencia podrá decir que una comunicación llegó a través de él.
Puede suceder con ellos, así como ocacionalmente con cualquier autor, que puedan desarrollar palabras verdaderas y hermosas, pero no se debe concluir que durante tal expresión el Gurú estaba hablando a través del Chela. Si en la mente de este último había un buen pensamiento, la influencia del Gurú, como la lluvia refrescante para la semilla, puede haber facilitado su germinar repentino a la vida, desarrollándolo de manera anormal, sin embargo ésta no es la voz del maestro. En realidad, raros son los casos en que los maestros hablan a través de un Chela.
Los poderes de los Chelas varían en armonía con su adelanto y todos deberían saber que si un Chela tiene algún “poder”, no se le permite usarlo sino en casos excepcionales, y jamás puede ufanarse de poseerlo. Consecuentemente, aquellos que son neófitos no tienen más o mayores poderes que un ser común y corriente. En efecto la meta que le depara al Chela no consiste en adquirir un poder psicológico; su tarea principal es despojarse del sentido imperante de la personalidad, el cual es el espeso velo que nos oculta la parte inmortal, el verdadero ser. Así como él permita permanecer este sentimiento, así permanecerá ante la puerta del Ocultismo, incapaz de ir más allá.
El sentimentalismo entonces, no es la característica de un Chela. Su trabajo es duro, el camino pedregoso y la meta muy distante. Con el mero sentimentalismo no dará ni un paso. ¿Quizá esté esperando que el maestro le pida mostrar su osadía, despeñándose de un precipicio o desafiando el frío rígido de los Himalayas? Esperanzas vanas. No lo llamarán así. Por lo tanto, como él mismo no se viste de sentimientos, la gente no debería cubrir sus actos y palabras con un falso velo de sentimentalismo cuando quieran considerarlo.
Entonces, de ahora en adelante, tratemos de tener más cordura cuando miremos a un Chela.
Chelas y Chelas Laicos
Por H. P. Blavatsky
[Publicado en el suplemento de The Theosophist Vol. IV, julio 1883 pág 10-11. Titulo Original Chelas and Lay Chelas. Traductor desconocido. Revisado y corregido por el Centro de Estudios de la Teosofía Original de Argentina en julio de 2014.]
Dado que la Teosofía ha introducido, entre muchos otros términos, la palabra Chela en la nomenclatura de la metafísica occidental y puesto que la circulación de nuestra revista está en constante ascenso, sería oportuno dar una explicación más definida que la que se ha dado hasta ahora referente al sentido de este término y acerca de las reglas del chelado, para el beneficio de los miembros europeos si no orientales. Entonces un “Chela” es quien se ha entregado él mismo o ella misma como discípulo para aprender, prácticamente, “los misterios ocultos de la Naturaleza y los poderes psíquicos latentes en el ser humano”. En la India, con el término Gurú, se indica el maestro espiritual al cual él propone su candidatura y el Gurú auténtico es siempre un Adepto en la Ciencia Oculta. Es un ser con un profundo conocimiento exotérico y esotérico, especialmente en lo que concierne a este último; y uno quien ha controlado por medio de su Voluntad la naturaleza carnal; ha desarrollado en sí, tanto el poder (Siddhi) para controlar las fuerzas de la naturaleza, como la capacidad de hurgar sus secretos, valiéndose de los poderes de su ser que anteriormente estaban latentes, pero ahora son activos; este es el verdadero Gurú. Ofrecerse como candidato para el chelado es suficientemente fácil, mientras que desarrollarse en un Adepto, es la tarea más ardua que un ser pueda emprender. Hay una profusión de poetas, matemáticos, mecánicos y estadistas “congénitos”; sin embargo, un Adepto congénito es algo prácticamente imposible. Pues, aunque muy raramente se oye hablar de alguien que tiene una extraordinaria capacidad innata para adquirir el conocimiento y el poder ocultos, este individuo también debe pasar los mismos exámenes y período de pruebas, y transitar la misma autodisciplina que cualquier otro compañero aspirante menos dotado. En este aspecto, la mayor verdad, es que no existe ningún camino alfombrado a lo largo del cual, los favoritos pueden viajar.
Fuera del grupo hereditario que se encuentra en el gon-pa (templo), los Chelas fueron durante siglos, escogidos por los Mahatmas del Himalaya en persona, entre la clase de místicos naturales, muy numerosos en Tibet. Las únicas excepciones han sido los casos de hombres occidentales como Fludd, Thomas Vaughan, Paracelso, Pico de la Mirándola, Conde de St. Germain, etc., cuya afinidad temperamental con esta ciencia celestial forzó, en mayor o menor medida, a los Adeptos distantes, a entablar relaciones personales con ellos, dándoles la oportunidad de obtener una tan pequeña (o grande) porción de la verdad plena, según era posible divulgar en su medio ambiente social. En el cuarto Libro de Kiu-te, en el capítulo concerniente a “Las Leyes de los Upasanas”, aprendemos que los requisitos necesarios en un Chela son:
1. Perfecta salud física.
2. Absoluta pureza física y mental.
3. Propósito inegoísta, caridad universal, compasión por todos los seres animados.
4. Veracidad y una fe inquebrantable en la ley de Karma, independiente de cualquier poder en la naturaleza que pudiera interferir: una ley cuyo curso no puede obstruirse por ningún agente, ni ser desviado por oración, o por ceremonias exotéricas propiciatorias.
5. Un coraje valeroso en cada emergencia, aun a costa de la vida.
6. Una percepción intuitiva de que nuestro ser es el vehículo de Avalokitesvara manifestado o Atman Divino (Espíritu.)
7. Una calmada indiferencia, pero una justa apreciación para todo lo que constituye el mundo objetivo transitorio, en su relación con, y para las regiones invisibles.
Estas deben ser, al menos, las recomendaciones de uno que aspira al perfecto chelado. Sólo la primera, en casos raros y excepcionales, puede ser modificada, mientras las demás son objeto de insistencia irrevocable y todas deben haber sido más o menos desarrolladas en la naturaleza interna del Chela por sus propios esfuerzos, antes de que pueda ser puesto, verdaderamente, a prueba.
Cuando el asceta en el camino evolutivo, dentro del mundo activo o fuera de él, según su capacidad natural se ha hecho amo y se ha puesto sobre su (1) Sarira-cuerpo, (2) Indriya-sentidos, (3) Dosha-limitaciones, (4) Dukkha-dolor, y está listo para hacerse uno con su Manas-la mente, Buddhi-el intelecto o inteligencia espiritual y Atma-el alma suprema o espíritu; cuando él está listo para esto y además para reconocer en Atma el regente más elevado en el mundo de las percepciones y en la voluntad, la energía (o poder) ejecutiva suprema, entonces, conforme a las reglas venerables, puede ser tomado bajo la égida de uno de los Iniciados. Ahora se le podrá mostrar el sendero misterioso en cuyo final, al Chela se le enseña el discernimiento infalible de Phala o los frutos de causas producidas, entregándole los medios para alcanzar Apavarga, la emancipación de la miseria de los renacimientos cíclicos (en cuya determinación el ignorante es impotente), evitando así, Pratya-bhava, la transmigración.
Pero desde el advenimiento de la Sociedad Teosófica, una de cuyas arduas tareas consistía en volver a despertar en la mente aria la memoria latente de la existencia de esta ciencia y de estas capacidades humanas trascendentales, las reglas de la selección del Chela, desde un punto de vista, se han hecho ligeramente relajadas. Muchos miembros de la Sociedad Teosófica se postularon como candidatos al chelado porque la prueba práctica que se les dio, sobre los puntos anteriores, los convenció y lógicamente pensaron que, si otros seres humanos han alcanzado la meta, también ellos, si estaban inherentemente preparados, podrían realizarla, siguiendo el mismo camino. Vista su insistencia, se les otorgó la oportunidad de, al menos, comenzar, ya que hubiera sido una interferencia con el Karma negársela. Hasta la fecha, los resultados han sido muy poco alentadores y se ordenó la recopilación de dicho artículo a fin de mostrar a estos desdichados la causa de su fracaso y poner alerta a otros que sin pensar, quisieran precipitarse en un destino similar. A pesar de que los candidatos en cuestión fueron advertidos con anticipación, empezaron cometiendo el error de mirar egoístamente al futuro, perdiendo de vista el pasado. Se olvidaron que no habían hecho nada para merecer el raro honor de la selección, nada que les garantizara tal privilegio al cual sentían tener derecho y que no podían ufanarse de ninguno de los méritos enumerados. Como seres humanos del mundo sensual y egoísta, casados o solteros, comerciantes, empleados, soldados o catedráticos, todos habían pasado por una escuela más calculada para asimilarlos con la naturaleza animal que para desarrollar en ellos las potencialidades espirituales. Sin embargo, cada uno de ellos era tan vanidoso que suponía que en su caso, se haría una excepción a la ley establecida en un pasado remoto, como si en realidad, en su persona ¡hubiese nacido un nuevo Avatar en el mundo! Todos esperaban que se les enseñaran las cosas ocultas y que se les entregaran poderes extraordinarios sólo por haberse unido a la Sociedad Teosófica. Sin embargo debemos ser justos y decir que algunos determinaron mejorar sinceramente sus vidas, abandonando la mala conducta.
Al principio fueron rechazados todos, empezando por el Coronel Olcott, el Presidente y no hacemos ningún mal en decir que no fue aceptado formalmente como Chela hasta que probó, por más de un año de duro trabajo devoto y una determinación inquebrantable, que podía ser puesto a prueba sin peligro. Entonces, por todos lados se oyeron quejas de los hindúes, que debieron haber sido más perceptivos y de los europeos, los cuales obviamente no estaban en la condición de saber nada acerca de las reglas. Clamaban que si no se daba la oportunidad de probar a unos pocos teósofos, la Sociedad homóloga no podía sobrevivir. Todo otro aspecto noble y altruista de nuestro programa fue ignorado y en la febril carrera hacia el adeptado, se pisotearon y se perdieron de vista el deber de uno hacia su prójimo, su país, su deber de ayudar, iluminar, alentar y elevar a los más débiles y menos afortunados que él. En todo círculo resonaba el pedido por los fenómenos y sólo los fenómenos; los Fundadores no podían llevar a cabo su verdadero trabajo porque se les importunaba a fin de que intercedieran con los Mahatmas, la fuente de la verdadera queja, aunque fueron sus pobres agentes el blanco de todo ataque. Al final, las autoridades superiores accedieron a que unos pocos de los candidatos más insistentes, podían ser aceptados por lo que eran. Quizá el resultado del experimento muestre de forma más clara que cualquier sermón, lo que implica el chelado y cuáles son las consecuencias del egoísmo y de la temeridad. Cada candidato fue advertido que debía esperar años antes de que se probara su idoneidad y que debía pasar por una serie de pruebas que llevarían a la superficie todo lo que había de bueno o malo en él. La mayoría eran hombres casados, por eso se les denominó “Chelas Laicos”, un neologismo en español; sin embargo su sinónimo era muy antiguo en los idiomas asiáticos. Un Chela Laico es una persona del mundo que anhela firmemente convertirse en un sabio en las cosas espirituales. Virtualmente, cada miembro de la Sociedad Teosófica que acepte el segundo de los tres “Objetivos Declarados”, es un Chela Laico. Aunque no pertenezca al número de los Chelas auténticos, tiene la posibilidad de convertirse en tal, porque ha atravesado el confín que lo separaba de los Mahatmas y podríamos decir que se ha hecho notar por Ellos. Al unirse a la Sociedad Teosófica y al comprometerse en ayudar al trabajo, ha dado su promesa de actuar, en cierto grado, en armonía con esos Mahatmas, por cuya instancia se organizó la Sociedad y bajo cuya protección condicional permanece. Unirse a ella es simplemente, la introducción, todo el resto depende plenamente del miembro, que nunca deberá esperar el más pequeño “favor” por parte de uno de nuestros Mahatmas o de algún otro Mahatma en el mundo (si este último decidiera hacerse conocer), si no fuese el fruto completo de su mérito personal. Los Mahatmas son los servidores de la Ley de Karma y no los árbitros. El chelado laico no otorga ningún privilegio a nadie excepto el de trabajar por el mérito, bajo la observación de un Maestro. Que el Chela vea o no el Maestro no altera el resultado; sus pensamientos, sus palabras y acciones buenas fructificarán, así como las malas. Ufanarse del chelado laico u ostentarlo, es la manera más certera para reducir la relación con el Gurú a algo simplemente nominal; ya que sería una prueba prima facie de vanidad e incapacidad para un progreso posterior. Durante años hemos enseñado siempre la máxima “Primero merece y luego desea” una relación íntima con los Mahatmas.
Ahora bien en la naturaleza obra una ley terrible, inalterable y cuya operación aclara el aparente misterio de la selección de ciertos “Chelas” que en estos años pasados han resultado ser tristes ejemplos morales. ¿Recuerda el lector, el antiguo proverbio: “dejemos tranquilos a los perros dormidos”? Este encierra un mundo de significados ocultos. Ningún hombre o mujer conoce su fuerza moral hasta que es puesta a prueba. Miles llevan vidas respetables porque jamás se han visto acorralados. No cabe duda que esta es una verdad común; pero es muy pertinente en el caso en cuestión. Aquél que trata de emprender el chelado, despierta y exacerba, hasta la desesperación, toda pasión latente de su naturaleza animal. Este es el comienzo de una lucha por el dominio de nosotros, en la cual no hay espacio para la indulgencia; ya que implica, de una vez por todas: “Ser o No ser”. La victoria conduce al Adeptado, la derrota a un Martirio innoble; porque caer víctima de la lujuria, el orgullo, la avaricia, la vanidad, el egoísmo, la cobardía o cualquier otra de las tendencias inferiores es en realidad, algo innoble para el parámetro de un verdadero ser humano. El Chela, no sólo es llamado a encarar todas las proclividades malas latentes en su naturaleza, sino también todo el poder maléfico acumulado por la comunidad y la nación a las cuales pertenece; ya que es parte integrante de esos agregados y lo que influencia al ser humano individual o a la colectividad (ciudad o nación), repercute sobre el otro. En este caso, la batalla que ha librado en favor de la bondad, desarmoniza todo el conjunto de la maldad en su ambiente, la cual reacciona precipitando su furia sobre él. Si está satisfecho con seguir la corriente de sus semejantes, siendo casi como ellos (quizá un poco mejor o algo peor de lo ordinario), no atraerá la atención de nadie. Sin embargo, tan pronto como se sabe que ha podido detectar la vaciedad del teatro de la vida social, su hipocresía, egoísmo, sensualidad, codicia y otros aspectos negativos y ha tomado la determinación de levantarse a un nivel superior, inmediatamente se convierte en el objeto de odio y toda naturaleza negativa, fanática o malévola, le envía una corriente que se opone a su poder de voluntad. Si el Chela es inherentemente fuerte la domina, así como el poderoso nadador se desliza por la corriente impetuosa que arrastraría a uno más débil. Sin embargo, en esta lucha moral, si el Chela tiene una sola limitación, haga lo que haga, ésta debe y va a aflorar a la luz. El barniz de las convencionalidades que la “civilización” sobrepone a todos nosotros, debe disiparse hasta su último vestigio para que el Yo Interno pueda expresarse libre y exento del más leve velo que oculta su realidad. Los hábitos sociales que, hasta cierto punto, mantienen la humanidad bajo un freno moral, obligándola a pagar tributo a la virtud, aparentando una bondad que puede ser o no ser genuina, pueden llegar a ser olvidados y las restricciones desaparecer bajo la presión del chelado. Él está ahora bajo una atmósfera ilusoria, Maya. El vicio asume su máscara más cautivante y las pasiones tentadoras tratan de embelesar al aspirante inexperto arrastrándolo a las profundidades de la degradación psíquica. Este no es el caso recreado en el cuadro del gran artista donde Satán está jugando ajedrez con un hombre que ha apostado su alma, mientras el ángel de la guarda lo asiste y lo aconseja. Pues, en el caso del Chela, la lucha es entre su Voluntad y su naturaleza carnal y el Karma prohibe que algún ángel o Gurú interfiera hasta que se sepa el resultado. En Zanoni, obra que los ocultistas siempre apreciarán, Bulwer Lytton idealiza todo esto con una vívida fantasía poética; mientras, en Una Historia Extraña, se vale de la misma elocuencia para mostrar el lado negro de la búsqueda oculta y sus peligros mortales. El otro día, un Mahatma definió el chelado como un “disolvente psíquico que carcome toda incrustación, dejando aflorar el oro puro”. Si el candidato tiene un deseo latente por el dinero, las artimañas políticas, el materialismo escéptico, la ostentación vana, la mentira, la crueldad o la gratificación sensual de cualquier tipo, es casi seguro que esta semilla brotará, análogamente a las cualidades nobles de la naturaleza humana. Emerge lo que en realidad somos. Entonces ¿no es quizá, la cumbre de la demencia, dejar el camino tranquilo de la vida común y corriente, para escalar los desfiladeros del chelado sin tener una razonable sensación de certeza, de que uno posee en sí lo que se necesita? Bien dice la Biblia: “Que aquel que piensa estar firme, tenga cuidado de no caerse”; ¡palabras que todo aspirante a Chela debería tomar en seria consideración antes de precipitarse a la batalla! Para algunos de nuestros Chelas laicos, hubiera sido conveniente si lo hubiesen pensado dos veces antes de retar las pruebas. Recordemos varios fracasos de los últimos doce meses. Uno enloqueció, negó los sentimientos nobles expresados sólo unas semanas antes y se hizo miembro de una religión que había justa y desdeñosamente, comprobado ser falsa. Un segundo se transformó en un delincuente y escapó con el dinero de su patrón, que es también un teósofo. Un tercero se entregó a una lujuria grosera, confesándola inútilmente entre murmullos y sollozos a su Gurú. Un cuarto se enredó con una persona del sexo opuesto y defraudó a sus amistades más queridas y verdaderas. Un quinto mostró síntomas de aberración mental y fue llevado a la Corte bajo cargos de conducta vergonzosa. ¡Un sexto se disparó cuando estaba por ser capturado, para escapar a las consecuencias de su conducta criminal! Y así podríamos seguir y seguir. Todos eran aparentemente, buscadores sinceros de la verdad y llevaban una vida respetable. Externamente y según las apariencias, eran buenos candidatos para el chelado, sin embargo “en el interior, todo era putrefacción y huesos de muertos”. El barniz del mundo era tan grueso que ocultaba debajo la ausencia del oro y el “disolvente”, haciendo su trabajo, mostró que en cada caso el candidato, era una figura de escorias morales desde la circunferencia hasta el centro, dorada solo en su superficie...
En lo anterior hemos tratado, naturalmente, sólo los fracasos entre los Chelas Laicos; sin embargo ha habido también éxitos parciales, que están pasando gradualmente por las primeras etapas de su probación. Algunos tratan de ser útiles a la Sociedad Teosófica y al mundo en general mediante un buen ejemplo y preceptos. Si persisten, bien por ellos; bien por todos nosotros. Les esperan pruebas muy duras, pero aún así, “nada es Imposible para quien tiene Voluntad”. Las dificultades en el chelado jamás se reducirán hasta que la naturaleza humana cambie, y una nueva se desenvuelva. San Pablo, (en Romanos, VII., 18, 19), debe haber pensado en un Chela cuando dijo: “la voluntad está presente en mí; pero no encuentro cómo poner en práctica lo que es bueno. Pues el bien que quisiera hacer no lo hago; pero el mal que no quisiera hacer sí lo hago”. En el sabio Kiratarjuniya de Bharavi leemos:
“Los enemigos que afloran dentro del cuerpo
Difícil es vencer –las pasiones malas–
Valientemente debe luchar; quien las conquista
Es igual al conquistador de los mundos” (XI, 32)